El noreste de Brasil es uno de los lugares preferidos por muchos turistas de todas partes del mundo. Puede comprenderse fácilmente por qué. El clima tropical durante todo el año y su cercanía a un mar con playas de ensueño lo convierten en un perfecto destino para disfrutar con los cinco sentidos. A diferencia de otras regiones en donde las estaciones están más o menos marcadas, en donde la temperatura jamás bajará de los 20°C, las personas se la pasan realizando actividades al aire libre y socializando tanto durante el día como la noche.
Entre las distintas regiones, Salvador de Bahía tiene una particularidad que la diferencia del resto de las ciudades del norte de Brasil. En 1549 el General portugués Tomé de Souza desembarcó en las costas de lo que luego se denominó Salvador y allí se estableció la primer capital de la colonia portuguesa del Brasil. Allí el comercio de esclavos provenientes de África encontró un próspero lugar para desarrollarse hasta que la esclavitud fue abolida en 1888. Es por esto que el 80% de la población de Salvador y alrededores es descendiente de africanos que alguna vez fueron arrancados de su tierra natal durante la expansión mercantilista durante la conquista del continente americano. Como un joven bahíense me comentó, “aquí es donde todo comenzó” luego de indicar que mi forma de presentarme no coincidía con sus expectativas según su concepción de los argentinos.
La problemática de la identidad, y sobre todo la identidad negra es un tema muy delicado en Salvador. La reivindicación de las raíces africanas y los enfrentamientos con el Estado brasileño son moneda corriente en las discusiones sobre activismo político y social. Algunos de los conflictos latentes están relacionados a las prácticas religiosas de quienes adscriben al Candomblé como forma de reafirmar y actualizar la identidad africana. Esta religión surge durante el siglo XIX en una mezcla de prácticas traídas de la etnia Yoruba y la adaptación local para sobrevivir al choque cultural con el Catolicismo dominante de la colonia europea. Según algunos residentes, las rivalidades con el Estado se vinculan a los prejuicios que se tienen sobre las prácticas del Candomblé y cómo las elites locales prefieren que se mantengan al margen por miedo a que se difundan por otras regiones. Del otro lado, el turismo cultural promueve el “exotismo” de la negritud y atrae a decenas de miles de turistas durante todo el año que quieren conocer las calles coloniales de la ciudad histórica de Pelourinho, participar en las manifestaciones de música popular, visitar las incontables iglesias con su multiplicidad de símbolos rituales o presenciar ceremonias de Candomblé. Definitivamente las contradicciones sobre lo exótico y diferente están muy presentes en la vida cotidiana de esta ciudad, sin contar los conflictos por la pobreza y las reivindicaciones indígenas presentes en toda Latinoamérica.
El ciberespacio también contiene las mismas contradicciones como ámbito de intercambio. Y esto no se reduce al caso de Salvador sino que en todas partes del globo internet ha expandido el universo de interacciones entre las personas. Sin embargo, este mismo espacio invisibiliza ciertos actores sociales que no tienen el acceso económico a los recursos tecnológicos o las competencias necesarias para utilizarlos. Esto es lo que se denomina brecha digital.
Para que el universo del ciberespacio sea realmente un extensión de las relaciones sociales in situ es preciso que la brecha digital disminuya, de lo contrario se trata de un lugar que está sesgado por aquellos que sólo pueden intercambiar y utilizar ese medio. A pesar de esto, el entorno digital tiene un elemento que lo vuelve más permeable a trascender sus propias barreras dado que su característica principal consiste en tener una alta variabilidad y casi instantaneidad en el intercambio de información. Si fuera posible llevar estas características a las relaciones humanas fuera del ciberespacio, probablemente el intercambio de información en tiempo real generaría nuevos significados y vínculos entre las personas, ayudando a superar las barreras sociales que generalmente están asociadas el prejuicio y la falta de información comúnmente identificada como “ignorancia”.
Y no estamos tan lejos de que esto ocurra. Iniciativas como los talleres de mucho-con-poco me condujeron a conocer distintos emprendimientos sociales, tanto promovidos por el Estado brasileño como por personas que decidieron vencer el miedo a lo diferente y el prejuicio para aventurarse a utilizar las nuevas tecnologías de comunicación y extenderse más allá de las barreras sociales. El intercambio con otros pares me condujo a reformular innumerables veces mis objetivos. Así logré comprender que no todos los problemas se resuelven con las mismas herramientas. Es preciso hacer las preguntas adecuadas para que las soluciones sean realmente útiles y que las respuestas sean válidas para los contextos en el que las problemáticas son formuladas.
A pesar de la brecha digital y la limitación del pleno acceso para una democracia en red, el ciberespacio y las redes sociales son aquellas que realmente pueden ayudar a trascender los prejuicios que conducen a la discriminación y polarizan los grupos humanos no solamente a nivel socioeconómico sino también cultural. ¿Y de qué manera?. La construcción de redes con diferentes características pero que persigan el mismo objetivo de mejorar las relaciones humanas trabajando en conjunto en tiempo real, cimientan las bases para que los prejuicios basados en la falta de información ya no sean un limitante. Donde el miedo a lo diferente paraliza las relaciones cara a cara con aquello que no consideramos como igual a nosotros y nos aísla, las nuevas tecnologías ayudan a informar y disminuir el choque cultural de forma gradual. Pero no podemos quedarnos en el simple idealismo sino que esos puentes deben ser creados física y digitalmente para que luego la información circule en todas direcciones, creando nuevas conexiones, relaciones y cooperaciones. De esta manera no sólo se trasciende el miedo a lo diferente sino también es posible aunar la brecha digital por medio de la toma de consciencia tanto en el ámbito privado como en lo público que terminará por conducir a mejores políticas de acceso para todos los sectores sociales, sabiendo que aún en la diversidad cultural estamos viajando en el mismo barco.
*Sebastian Ghelerman es Antropólogo Social por la Universidad de Buenos Aires y actualmente es miembro de Democracia en Red
Ciclo de Hangouts
Mucho con Poco los invita a una nueva capacitación online sobre datos abiertos y ciudadanía inteligente.
Desde hace más de dos años venimos llevando el ciclo de Hangouts de Mucho con Poco realizando capacitaciones online con expertos de toda la región, orientados a líderes sociales. La característica virtual de estas capacitaciones nos permite poner en contacto a activistas y emprendedores sociales de distintos lugares de América Latina, logrando de ese modo la conformación de una red regional de intercambio de buenas prácticas. Hasta el momento se realizaron 13 capacitaciones virtuales en las cuales se formaron a 144 activistas de distintos países.
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Esta vez contaremos con la presencia de Pablo Collada de Ciudadano Inteligente, organización que busca fortalecer la democracia y reducir la desigualdad en América Latina, promoviendo la transparencia y la participación ciudadana a través del uso innovador de las tecnologías de la información.
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