Juan Manuel Solís*
Diría yo que cambió mi perspectiva acerca de la idea de comunidad. El primer día uno de los chicos provenientes del Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) nos calló la boca a todos los citadinos al plantear una clara diferencia entre nuestras realidades conceptuales; en lugar de decir “pueblo”, al referirnos a la sociedad, él utilizó la palabra “comunidad”.La pregunta en cuestión es si acaso los que proveníamos de las grandes urbes, el D.F., Guadalajara o Puebla, tenemos o teníamos una idea distinta sobre la comunidad a la que tienen los alumnos del ISIA y otros representantes de agrupaciones indígenas. Yo creo que sí, incluso me atrevería a decir que nosotros hemos perdido la idea de la comunidad, inmersos en el contexto urbano reemplazamos nuestros lazos locales, geográficos, con los de la cercanía emocional, ¿cuántos de nosotros conocemos a nuestros vecinos? ¿cuántos participamos activamente en las decisiones de nuestras colonias?No quiero terminar de generalizar, habré de admitir que no todos son así, que sólo algunos correspondemos a este tipo. Pero la realidad está ahí, el discurso de los jóvenes indígenas que compartieron con nosotros esos tres días era en una cosa muy distinta al nuestro, ellos quieren mejorar la forma en que viven en sus comunidades, quieren ayudarse a salir adelante desde lo local. Nosotros pensamos en la nación, en la sociedad como un cúmulo uniforme que sufre de la misma forma tanto en el norte como en el sur, pensamos en lo masivo, así nos hemos orillado a reflexionar.Nuestras realidades se encuentran la una frente a la otra, pero tampoco son tan lejanas. Al mismo tiempo que redacto sobre estas ideas, no puedo dejar de pensar que el taller fue un reflejo de nuestra vida nacional. Los diferentes discursos entre los jóvenes mexicanos indígenas y los occidentalizados, el hablar de ellos y de nosotros e incluso la distribución al momento de sentarnos.Pareciera que todo apunta a la segregación, pero no es cierto, creo que sólo nos faltó un poco más de tiempo para poder conocernos. También creo que esa clase de comportamiento es natural y que sólo enfrentándonos a nuestras diferencias será que podamos admitirnos como sujetos con los mismos derechos, pero de origen distinto. ¿Para qué? Para poder sobrepasar nuestras distinciones, para aceptarlas y entender que no es a pesar de ellas; sino gracias a ellas que tal vez podamos darle un giro a la situación del país, cambiarlo para mejor.Uno de los principios y de las cosas que más me gustaron de Mucho con Poco, es que proviene de una organización latinoamericanista. México es un país con muchos países en su interior, retomar la idea de la unión tal vez no sea tan descabellada, tener la capacidad de hacer comunidad entre nosotros y ellos, indígenas y otros indígenas, indígenas y occidentalizados, y me disculpo si alguien cree que soy segregativo, distingo no con una intensión peyorativa. Pero sí creo que retomar la idea de hacer comunidad en una escala nacional, si bien es difícil no es imposible, y así aceptaremos que si queremos un mejor país, más justo para todos, todos los que estamos haciendo algo por ello estamos jalando para el mismo lado.* Juan Manuel Solís participó de los talleres Mucho Con Poco en Oaxaca