Paula Lanata Cedeño*
¿Quién se levanta a construir diariamente América Latina? ¿Dónde está la sociedad equitativa que todos anhelamos? ¿Cuándo entenderemos que la historia se escribe individualmente con esfero común? Entre religión, política y raza son inmensas las brechas que se han abierto desde que fuimos colonizados por yugo extranjero, sin caer en la compleja polémica de la deuda que tienen con nosotros. Lo cierto es que una de sus herencias directas es esa diversidad social de la que hoy somos esclavos; esclavos solo por decisión propia. No es tiempo de buscar culpables, no es tiempo de fomentar odio en próximas generaciones, no es tiempo de esperar a que los días pasen por las mentes comprometidas. Los jóvenes aunque, parezca una frase falta de sentido, somos esa nueva voz que está en obligación de hacerse escuchar. Ser indiferente y hacer oídos sordos a la realidad que se palpa en cada esquina y a cada paso es un acto de cobardes. Estamos acostumbrados a exigir y reclamar derechos sin ejercer de manera correcta nuestros deberes. Somos los primeros en asistir a una marcha para criticar al gobierno de turno pero los últimos en evitar arrojar basura en el piso o devolver el cambio de más en una tienda. Aunque parezca algo tan simple nos quedamos cortos al momento de demostrar responsabilidad como ciudadanos. Otro caso diario son las redes sociales donde el 83% de los jóvenes son propietarios de alguna cuenta obtenida de manera fácil y gratuita en Internet. En ellas circula todo tipo de información, desde noticias de relevancia mundial hasta imágenes soeces y es aquí donde muchas veces nos convertimos en seres un tanto paradójicos. Aparece un comentario que invita a tener respeto por los homosexuales y somos los primeros en compartirlo para que todos nuestros seguidores o amigos lo lean. Sin embargo al ver dos hombres de la mano en la calle, nuestra primera y única reacción es pifiarlos y burlarnos de su preferencia sexual. Nos jactamos diariamente de buscar una sociedad más equitativa pero constantemente sin darnos cuenta nos alejamos de la coherencia entre la palabra y el hecho. Crecimos en un molde donde las mayorías están acostumbradas a velar por sus propios intereses, criticar muchas veces sin fundamento y olvidar que para salir adelante hay que pensar en ser un eje de cambio o hacer el cambio pero siempre pensando en común. Somos el niño que va a la escuela pública con una taza de café y pan en el estómago para recibir sus clases. Somos el adolescente que sueña con descubrir la cura para alguna enfermedad que aqueja a la humanidad entera. Somos el indígena que anhela ser presidente aunque tal vez nunca haya visto a uno de su raza con la banda presidencial. Somos no solo el futuro sino también el presente y ese aporte para las décadas siguientes recaerá sobre nuestros hombros inevitablemente. Hay que pasar de la palabra al hecho con la misma intensidad y valentía del primer momento en defensa de nuestros ideales.No es tiempo de soñar, es tiempo de actuar y ser partícipes de esta utopía que se construye cada día. Solo con equidad y respeto lograremos dejar esa esclavitud de mediocridad, discriminación e indiferencia para convertirnos en seres libres que lideren cambios por que somos nosotros los que estamos en obligación de levantarnos diariamente a construir esa nueva América Latina. *Paula Lanata Cedeño participó en los talleres Mucho con Poco en Guayaquil, Ecuador.